El cartón de La era (El verano) de Francisco de Goya
La Era (El verano) - Francisco De Goya - 1786 - Museo del Prado (Madrid)
Para dar la bienvenida a la llegada del verano, nada mejor que el cartón de La Era o El verano que Goya realiza en 1786 para el comedor de los Príncipes de Asturias en el Palacio del Pardo. Se trata de una alegoría del verano.
Este cartón es el más grande y quizás complejo que realiza el pintor para la Real Fábrica de Tapices para la que trabajó durante 16 años.
Los cartones son cuadros al óleo sobre lienzo, que Goya los consideraba solo como elementos de trabajo para los tapiceros y nunca pensó ni él, ni la gente de su entorno, que llegasen a un museo, prueba de ello fue el trato que recibieron.
Los cartones, después de ser utilizados por los artesanos tapiceros, se almacenaron de forma bastante descuidada en la Real Fábrica y después, en 1858 pasaron a los sótanos del Palacio Real donde permanecieron hasta ser recuperados y restaurados por el Museo del Prado.
El tema de El verano capta el momento de descanso de los segadores después de acarrear las gavillas a la era.
El recorrido por el lienzo siempre debe hacerse con cierto orden, en este caso de izquierda a derecha. Encontramos:
- Unos campesinos que emborrachan a un compañero.
- Otros, mientras, duermen y unos niños juegan. Tras ellos, una mujer eleva las manos ante su falta de temeridad. Los caballos descansan apaciblemente. El blanco dirige su mirada al espectador. Este grupo es el mayor foco de atracción de la composición.
En cuanto a la composición, en primer lugar, hay que tener en cuenta que se desarrolla sobre un lienzo muy alargado y estrecho (641 x 276 cm.)
El pintor consigue un acertado equilibrio compositivo colocando un castillo en el lado izquierdo como contrapeso a los haces de gavillas que se apilan en el otro extremo. El escorzo del caballo pinto rompe con la horizontalidad del primer plano.
El artista establece una interrelación entre los grupos, los que sestean con el grupo del borracho, a la vez que el niño de azul es el nexo con el grupo de los niños y de la mujer que levanta las manos.
En otros aspectos a tener en cuenta hay que destacar la pincelada: unas veces matérica y otras transparentes. Por ejemplo, en él trigo realizado con un pincel fino que sin embargo, va cargado de materia que acentúa en el tratamiento de las espigas, dándole relieve.
La armonía del color de los caballos.
En cuanto a la luz, hay que tener en cuenta el logro de esa gradación del cielo. Primero amarillo, que llega a filtrarse a través de las cabellera de uno de los pequeños, luego azul y por último, esos grises de tormenta.
También llama la atención la transparencia de la luz a través del cristal del vaso de vino o el contraste de luz y sombra de las gavillas o la luminosidad del conjunto.
Sirva de anécdota para terminar, que la calidad de matices que Goya conseguía en estos cartones llegó en más de una ocasión a crear malestar en los artesanos que los tenían que pasar a los tapices, porque se sentían incapaces de reproducirlos tal como los pintaba Goya.
El museo Lázaro Galdiano (Madrid) conserva el boceto pintado al óleo sobre lienzo de este cartón que como suele suceder, en este tipo de obra previa, es de reducidas dimensiones (33,5 x 79,5 cm.), lo que no impide apreciar calidades que luego encontramos en el cartón.