La imaginería barroca castellana: Gregorio Fernández (I)

Bautismo de Cristo. Gregorio Fernández. Museo de escultura. Valladolid

La escuela barroca castellana de escultura, con una temática esencialmente religiosa, tendrá su centro en Valladolid, que inaugura el siglo XVII siendo capital del reino por deseo del rey Felipe III. Aunque la capitalidad apenas duró cinco años, la ciudad no dejó por ello de ser un referente en lo cultural.

Este momento va a coincidir con la aparición de un nuevo estilo, el barroco, que será el más interesante de la imaginería castellana y en la que va a sobresalir la figura del gallego Gregorio Fernándezn

Gregorio Hernández hace en 1576 en Sarria (Lugo) y muere en 1636 en Valladolid. Por su origen se supone que inicia su formación en Ourense, uno de los centros gallegos más importante en esa época y que mantenía estrecha relación con Valladolid, ciudad a la que llega el escultor probablemente bajo la protección de Francisco Rincón, escultor con contactos en la corte de Felipe III.

Cristo yacente. Gregorio Fernández. Museo Arde Sacro del las Clarisas. Monforte

En los primeros años del siglo, Gregorio Fernández ya da muestras de su virtuosismo técnico, pero todavía en la estela de la delicadeza manierista aprendida de Juan de Juni y de los grabados. También por estos años es cuando ya comienza a recibir encargos de la realeza y la aristocracia.

A medida que se va consolidando su técnica y haciéndose más personal, su fama se va extendiendo por la península y comienzan los encargos de obras más complejas en cuanto a número de figuras como son los pasos procesionales y los retablos.

Se puede decir que los últimos diez años de su vida (1626 – 1636) son el momento de mayor madurez de su estilo, en el que los hermosos paños quebrados, el dramatismo, el movimiento barroco, las actitudes naturales, el estudio anatómico o la búsqueda de lo verosímil hacen de él el imaginero barroco por excelencia. Además, este estilo tan dramático, recio y veraz, tan en consonancia con el gusto castellano, lo convirtió en el más demandado tanto por las clases altas como por la Iglesia imbuida por las ideas de Trento.

 Cristo flagelado. Gregorio Fernández. Convento de la Encarnación. Madrid

Cuando los modelos de Gregorio Fernández se popularizaron los encargos se hicieron numerosos, lo que obligó al escultor a tener taller propio. En este se desbastaba y esculpía en madera las figuras. El maestro se solía reservar las cabezas y las manos que eran las partes más visibles y expresivas de la imagen. También había encargos muy concretos en los que, bien por la categoría del cliente o porque se especificaban en el contrato, toda la ejecución debía correr a cargo del escultor.

La temática más demandada en la obra de Gregorio Fernández eran los cristos, cristos, yacentes, flagelados y las inmaculadas. Algunos se convirtieron en prototipos que se hicieron muy populares y le dieron fama.

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